Esta mañana. al borde de mi primer café del día y
con mi mente aún divagando entre la marea somnolienta de Morfeo, me he
sorprendido al leer una noticia donde mi pueblo -que no ciudad-, ha demandado a
su propio Museo Etnológico ante la negativa de éste de abandonar dicho local,
para que se reutilice como un monstruoso outlet donde los empresarios de turno,
abran sus fauces para rescatar o "rematar" la ya moribunda economía
eldense. Y de esta guisa, he comenzado a imaginar un futuro apocalíptico donde
los niños jugarán en enormes y frías fábricas situadas en polígonos
industriales, en adolescentes memorizando la vida y obra de proveedores con
rostros marcados por la cocaína, en universitarios investigando la datación por
troquelado y los compuestos de la cola al punto de fisión. En un pueblo -que no
ciudad-, donde olvidan, y los recuerdos son meras alucinaciones de locos que
amasan restos de un pasado que a nadie le importa. Y es que señores míos, los
íberos no lucían elegantes zapatos para sus festividades al comienzo del
verano, ni los romanos portaban exultantes bolsos en sus largos recorridos
hacía Ilici por no hablar del mal gusto que ofrecía al vestir el alfarero
cuando los mercaderes griegos visitaban su horno. No, eso no está bien, por eso
a este pueblo -que no ciudad- le interesa más rebuscar en un presente harto
deplorable y agonizante que intenta pintar de color azul lo que ya está
barnizado de puro negro.
Sí, yo soy de esas ilusas que aún observan el
pasado de forma optimista, de esas que escuchan a su maestro con la
clarividencia del arqueólogo y la sabiduría del historiador, con la alegría de
conocerme a mi misma a través de mis antecesores a pesar de que mi pueblo -que
no ciudad-, anteponga un trozo de piel sintética a un hombre que pertenece a la
memoria histórica de este país y que fue un amigable vecino de mis padres,
además de un gran artista (Pedrito Rico).
Sí, soy optimista en cuanto al pasado, pero el
futuro... el futuro ya es otra cuestión, éste es un futuro que anda vagabundeando
con botines altos y bolsitos de diseño por las aceras de un pueblo -que no
ciudad-, donde se considera que la memoria es un acto incívico y antiestético,
donde personas como yo desean poder escapar algún día de esta pesadilla de
corbatas y maletines, de sueldos fantasmas y de artesanos tratados como
esclavos.
Prefiero, de este modo, ahondar en mi propio
pasado y olvidar el futuro aunque haya quienes me lo quieran recordar
continuamente.
No seas tan Mafalda... cierto que este hecho es vergonzoso, pero ¿para que estamos nosotros sino? ¿Acaso no es nuestro deber preservar y transmitir todo lo ocurrido? Sólo nos queda luchar, luchar por nuestro futuro para que no se convierta en un mero ir y venir de personas, sino que sea un futuro donde la gente se preocupe de su pasado (por supuesto, también de su futruo). No se trata de hacer cosas nuevas(en algunos casos)sino de conservar lo que se tiene
ResponderEliminar